Cambios. Cambia la música, cambia el cine, la literatura y la tecnología. Cambian las personas, la historia y también el arte. Todo cambia, constantemente además. Supongo que la vida es cambio. Y lo cierto es que como el ser humano nunca ha tenido excesivo problema para adaptarse a ellos – 4.4 millones de años de existencia dan fe de ello- no parece que un cambio más vaya a perjudicarnos a estas alturas. Porque el cambio que se avecina es grande y revolucionario, una ruptura drástica con todo lo anterior. De hecho supone un giro radical en las maneras de comunicar y comunicarnos, al igual que en la manera de crear y transmitir.
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| Miembros integrantes de NIN |
Uno de los múltiples pioneros en la incorporación de esta nueva concepción de lo estético fue la archiconocida banda de rock estadounidense Nine Inch Nails, capaz de jugar en sus actuaciones no sólo con el componente auditivo de sus canciones sino también con una serie de elementos audiovisuales que, independientemente de que a uno le gusten o no, fueron increíblemente transgresores y novedosos -.Y esto es sólo el principio. El principio de lo que supongo vendrá después. La vida se digitaliza. Adáptate o muere. Ahora la comunicación se convierte en pantalla, el trabajo se convierte en pantalla, la diversión se convierte en pantalla y con el arte no podía ser menos. Lo cual es sensacional pero no significa que las demás formas de creación tengan que ser necesariamente absorbidas por ésta. Un cuadro siempre será un cuadro, y por mucho que le hayamos hecho una foto, ese millón de píxeles nunca podrá sustituir al cuadro, es algo artificial, puede que bonito, pero nunca arte.
Avancemos hacia el futuro pues pero con cabeza. No me gustaría asistir a la deshumanización del arte, ni a la deshumanización de la vida. Sería un duro golpe terminar como los protagonistas de los videoclips de Nine Inch Nails:
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