Ante el creciente revuelo con la posible creación de un nuevo partido político vasco para las elecciones del 22 de mayo, uno no puede dejar de preguntarse cuál es significado real de las palabras independencia o identidad en nuestro vasto universo de variedad cultural y etnológica, o al menos, el significado para la gente que está obsesionada con ambos términos. No somos iguales, ni falta que hace, la grandeza de lo que podría ser el mundo radica precisamente en eso. Pero la independencia y la conciencia de lo que somos se lleva por dentro, no hace falta ninguna ley que nos lo diga, ni derramar sangre para que los demás nos digan lo que nosotros ya sabemos o creemos que somos.
Dicen que las identidades se construyen por oposición. Puede que esa idea sea la mayor alienación inconsciente del hombre. Puede que la identidad no sea otra cosa que el cáncer de la humanidad. Una región es sólo un átomo de otro átomo, y nosotros, pobres infelices, no vemos más allá del átomo. Recientemente hemos sido testigos de cómo el ex Partido Nacionalista Vasco Batasuna quiere abrirse un hueco parlamentario en las elecciones de mayo a través de la configuración de una nueva marca política llamada Sortu. El anteproyecto del partido, todavía pendiente de legalización y al que muchos vinculan con la banda terrorista ETA, rechaza la violencia pero no la sanciona explícitamente. La cuestión es, que sea o no finalmente constituido este partido, las personas e intereses que están en juego detrás de todo movimiento nacionalista radical o similar son siempre los mismos. Y esas personas sí que saben que un trozo de tierra es sólo un átomo dentro de otro átomo, pero les da igual, porque sólo quieren el poder aunque tengan que utilizar a otros como instrumentos asesinos para conseguir sus fines.
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