Lo cierto es que trabajar como becario en una gran empresa de comunicación parece una idea bastante suculenta tanto para el incipiente periodista como para el medio contratante, una simbiosis perfecta que podría resumirse en “yo le exploto mientras usted aprende”
El problema acontece cuando la empresa pretende que uno esté toda la vida trabajando de becario, ya sea sirviendo cafés, haciendo fotocopias o realizando la misma labor que el redactor que trabaja en la mesa de enfrente. A veces en la mente del becario sobreviene la ilusa creencia de que si uno comienza a trabajar más, mejor y más rápido, con un poco de suerte se convertirá en el Mariano José de Larra del siglo XXI. Es entonces cuando la simbiosis perfecta se convierte en canibalismo despótico y el incipiente periodista en becario de por vida.
Si los becarios tuvieran menos paciencia y menos apego, y mandaran a freír espárragos a la empresa de vez en cuando y en su justa medida -aunque luego tuvieran que trabajar de lo mismo o de otra cosa en cualquier otra parte - otro gallo cantaría. O por lo menos el mismo gallo cantaría pero con un poco más de orgullo. Por Sara Molina
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